Guarde el corazón de su hijo: Aprenda a perdonar

Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con sus padres. Malaquías 4:6.
Parte del tema que nos interesa: guardar el corazón de nuestro hijos, nace del perdón. No hay reconciliación sin perdón. Todos lo necesitamos. No hay alguien que no peque o no se equivoque. Si fuera un producto que se pudiera vender, el que lo venda se haría millonario, pero gracias a Dios ya se pagó un alto precio y ahora lo recibimos gratis.
En otro tiempo ustedes estaban en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objetos de Dios. Pero Dios que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Efesios 2:1-5.
Verdades esenciales sobre el verdadero perdón:
-Es un mandamiento, no un consejo. No es algo que yo tenga la opción de elegir. Más bien sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes. Efesios 4:32.
-Es una condición. No es un derecho, para recibirlo, hay que darlo. Mateo 6:12 dice: Perdona nuestras deudas como también nosotros hemos perdonado nuestros deudores.
–Es una de decisión. Es un acto de voluntad, pero cuesta porque el sentimiento de perdonar nunca nos va a llegar. Sin embargo, Dios nos ayuda. Filipenses 2:13.
El perdón es completo
Todos queremos obedecer a Dios. Pues bien, esta es la prueba de la completa obediencia: «Perdonarlo, consolarlo y reafirmar el amor hacía él». Si no lo hacemos, Satanás entra en acción.
A veces disculpamos las fallas de nuestros hijos, pero ese punto de consolar y reafirmar el amor hacia ellos nos cuesta porque venimos con un perdón a medias que aprendimos del mundo o que nos enseñaron en casa. No nos enseñaron a perdonar.
2 Corintios 2: 5-11 se titula: Perdón para el pecador ¿Quién necesita el perdón? El pecador. ¡Y todos nosotros somos pecadores! Muchas veces decimos: no se lo merece’, pero ¡sí se lo merece! Solo con ser pecador ya necesita de ese perdón, pero no cualquiera necesita un perdón completo. Pablo dice: Si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado solo a mí; hasta cierto punto – y lo digo para no exagerar- se la ha causado a todos ustedes. Para él es suficiente él le impuso la mayoría. Más bien debiera perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la excesiva tristeza. Por eso les ruego que reafirmen el amor hacia él. Con este propósito les escribí: para ver si pasan la prueba de la completa obediencia. A quien ustedes perdonen, yo también lo perdono, de hecho si había algo que perdonar, lo he perdonado por consideración a ustedes en presencia de Cristo, para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas.
Tolerancia y perdón
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad y amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro.Así como el Señor los perdonó, perdonen ustedes. Colosenses 3:12-13.
¿Por qué me habla de tolerar y perdonar? Porque a veces el perdón es pasar el pecado del otro.
Pero cuando lo que hacen nuestros hijos no es necesariamente pecado, pero nos ofende o disgusta, necesitamos tolerancia.
Se necesita tolerancia con una persona incumplida ¿es pecado ser incumplido? No. Pero necesito ser tolerante, Hay cosas de la manera de ser del otro que no necesariamente son pecado, pero debo ser tolerante.
CONSEJOS PARA MANTENER A NUESTROS HIJOS CERCA DE DIOS
- Comience por perdonarse a sí mismo
¿Por qué? Reflexione un poco, todos cometemos errores. No somos perfectos, queremos que sean tolerantes con nuestras fallas pero no lo somos con ellos. Cuando cada uno empieza a perdonarse a sí mismo y experimenta el perdón de Dios, es más fácil que pueda perdonar al otro.
- Saque su disgusto afuera
Usted necesita exteriorizar el enojo, pero debe hacerlo con Dios primero, no se lo guarde porque en algún momento va a salir. Esto ayuda a que no se exceda en la disciplina, a que no tenga una ira pecaminosa, a que no salgan palabras destructivas de su boca, ese dicho de «lo que se queda dentro se pudre» es cierto. Neil Anderson lo explica, dice: «No lo suprimas, no explotes, reconócelos y llévaselos a Dios de una manera sabia».
- Aprenda a darle a cada acto su medida
Tendemos a sobredimensionar lo que sucede. Frecuentemente reaccionamos con exceso por cosas pequeñas, necesitamos ponernos en los zapatos de nuestros hijos y entenderlos un poco más. Algunas veces reaccionamos fuertemente y lo que tenemos viene de una herida del pasado, no de nuestros hijos. Ellos simplemente pisaron en el lugar equivocado. Sea firme en lo que tiene que ser firme, pida a Dios sabiduría.
- identifique sus emociones
Somos padres estresados. Si pasa algo sencillo en la casa, explotamos. Reconozcamos nuestras emociones, luego preguntemos y escuchemos. Conocer la motivación de nuestros hijos nos lleva al diálogo, a conectarnos, a ser condescendientes con ellos. Y Sobre todo, a reconocer que nuestros hijos están en un proceso de madurez para el que Dios cuenta con nosotros. A veces exigimos muchas cosas y nos frustramos porque les falta madurar. ¡Claro que les falta! Lo que necesitan es nuestro apoyo. Esas fallas son oportunidades para enseñarles a orar, a depender de Dios, a que lo busquen.
- Admita su responsabilidad
Puede ser que tengamos muy altas expectativas sobre nuestros hijos o que no hayamos sido muy claros en dar las instrucciones; pero tenemos que reconocer nuestra parte cuando algo sucede. Pregunte, revise, repase. Nuestros hijos deben ver en nosotros la madurez de aceptar que nos equivocamos y que somos capaces de pedirles perdón.
- Facilite la reconciliación esto es lo que más ayuda a guardar el corazón de su hijo.
Isaías 66:13 dice: Como madre que consuela a su hijo, así yo los consolaré a ustedes. Esto quiere decir que Papá Dios es una madre, ante un problema siempre lo mejor es acercarse a su hijo para comunicarse, escoger u n buen momento, sentarse a hablar, con calma, sin prisa, expresarle que le importa y resolver la discusión sin resentimientos.
- Deje un buen legado. Cuando ignoramos la Palabra de Dios, destruimos el legado que vamos a transmitir.
Dejamos herencia de dolor, confusión, dificultad, adversidad y hasta maldición. Nosotros heredamos cosas de nuestros padres, pero ahora somos hijos de Dios y recibimos una herencia diferente, una herencia nueva en Cristo, sin importar qué legado hayamos recibido, podemos despertarnos cada mañana y dejar un legado nuevo para nuestros hijos, pero todo comienza hoy con las decisiones que tomamos hoy. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. Romanos 8:16-17.
El hijo perdido
Vamos a aprender a perdonar, pero como Dios nos perdonó. Qué mejor ejemplo de perdón que la parábola del hijo perdido que se encuentra en Lucas 15:11-32.
En la primera parte, dice que el hijo se acerca: “Papá dame lo que me toca de la herencia». ¿Nuestros hijos son interesados? Sí. Ellos saben cómo, cuándo y con qué carita pedir. Todos los chicos en su naturaleza son egoístas, pero ¿quién debe enseñarles? Nosotros.
Dice allí que se fue. Nuestros hijos van creciendo y empiezan a volverse más independientes, a tomar decisiones con las que muchas veces no estamos de acuerdo.
¿A dónde se fue? «a un país lejano». ¡Cuidado! Nuestros hijos van creciendo y se van alejando de nosotros aveces no necesariamente tienen que salir de la casa, pero se vuelven ausentes, cada vez están menos tiempo con nosotros. No están lejos físicamente, pero emocionalmente sí.
La insensatez de ese chico lo llevó a vivir desenfrenadamente. Perdió todo, pasó necesidades, pero hay algo muy importante: hubo un momento en que recapacitó y nosotros como padres debemos saber recapacitar y enseñarles lo mismo a nuestros hijos. ¿Qué es recapacitar? volver en sí, pensar. ¿Dialogas con tu hijo cuando lo disciplinas? ¿Lo llevas a recapacitar? ¿Lo llevas al arrepentimiento?
¿Qué es lo primero que el hijo piensa decirle al papa al volver? «Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Algo que debemos enseñar a nuestros hijos es que desagradan a Dios cuando pecan. Debemos llevarlos a entender que están desobedeciendo a Dios y que eso lo desagrada. A veces los castigamos y nos preguntan ¿por qué? y no sabemos explicarles qué fue lo que hicieron mal, tenemos que explicarle a nuestros hijos, que ellos tengan claro qué fue lo que hicieron y por qué están pidiendo perdón.
El punto que sigue es muy importante para que estemos alerta: «Ya no merezco que se me llame tu hijo”. Fíjese cómo se ve afectada la identidad como hijo al haber pecado. Satanás aprovecha para atacar la auto estima de nuestros hijos.
Nunca nuestras palabras o actitudes deben llevar a denigrar a nuestros hijos, a avergonzarlos, ni a decirles cosas como: «estoy desilusionado de ti» o «no mereces ser llamado hijo mío». Es nuestra responsabilidad como papás que nuestras palabras no concuerden con los pensamientos que está poniendo Satanás en su mente.
La parábola dice: «trátame como si fuera uno de tus jornaleros, no como un hijo». Debe haber disciplina, porque el padre disciplina al hijo que ama. La pérdida de los privilegios es una buena herramienta, pero solo por un tiempo. Debemos tener cuidado con sobrepasamos. Quitamos privilegios, pero los seguimos tratando como hijos. Debemos acabar con la ley del hielo. ¿Qué es? Cuando nuestros hijos fallan dejamos de hablarles, de ser afectuosos. Eso no está bien, destruye los corazones de nuestros hijos.
Parte de la completa obediencia es reafirmar el amor hacia nuestros hijos. Impartir disciplina, pero reafirmar el amor. Esto fue lo que sintió el hijo perdido en la parábola.
Él regresa con un plan. Pero dice la Biblia que todavía estaba lejos cuando su padre lo vio. ¿Qué sintió el papá? Se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. En Jeremías 31:20, está Dios hablando y dice:
¿Acaso no es Efraín mi hijo amado? ¡Eso es lo que debemos recordar: Estamos tratando con nuestro hijo amado. ¿Acaso no es mi niño preferido? Al leer esto podríamos pensar en un papá laxo, pero no. Dice: Cada vez que lo reprendo, vuelvo a acordarme de él. Por él mi corazón se conmueve; por él siento mucha compasión-afirma el SEÑOR- .Es Dios quien nos dice lo que siente por nosotros y por nuestros hijos. El mundo es demasiado cruel como para que también encuentren crueldad en su casa.
¿Qué hizo el papá cuando el hijo vino y le dio su discurso? El padre ordenó a sus siervos: traigan la mejor ropa, el anillo, sandalias, el ternero más gordo y mátenlo vamos a hacer un asado, una buena fiesta para celebrar. Igual que nuestra relación con Dios, nuestros hijos necesitan saber que siguen siendo nuestros hijos a pesar de faltamos, de embarrarla, de pecar, de desobedecer.
¿Qué motivó al padre a celebrar? Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado. Así que empezaron a hacer fiesta. Cada vez que perdonamos a nuestros hijos, tenemos una oportunidad para recordarles y celebrar que tenemos el perdón de Dios. Es una experiencia viva.
Es recordar que el Señor Jesucristo fue a la cruz para damos ese perdón y la vida eterna.
¿Quién necesita el perdón? El pecador. ¡Y todos nosotros somos pecadores! Muchas veces decimos: ‘no se lo merece’, pero ¡sí lo merece! Solo por ser pecador necesita un perdón completo.
Por Cristina García de Santa.
Directora del ministerio Mujer Integral
Casa Sobre la Roca Sabana Norte.