Devocional 18-01-16
“¡Qué feliz es el que teme al SEÑOR, todo el que sigue sus caminos!
Gozarás del fruto de tu trabajo; ¡qué feliz y próspero serás!
Tu esposa será como una vid fructífera, floreciente en el hogar.
Tus hijos serán como vigorosos retoños de olivo alrededor de tu mesa.
Esa es la bendición del SEÑOR para los que le temen.
Que el SEÑOR te bendiga continuamente desde Sión;
que veas prosperar a Jerusalén durante toda tu vida.
Que vivas para disfrutar de tus nietos.
¡Que Israel tenga paz!”
Salmo 128:1-6
Cuando una familia busca un nuevo hogar y visita la casa modelo de un conjunto cada uno se dirige a su lugar predilecto, el papá pregunta si la casa tienen un buen garaje, la madre se detiene a observar la cocina y los niños el lugar para jugar.
¿A qué se asemeja más tu hogar, al ojo de un huracán o al mismo huracán? El Salmo 128 describe una escena familiar donde el padre y la madre son como “vid con frutos y los hijos como plantas de olivo se reúnen alrededor de la mesa”. Este es un cuadro de tranquilidad, armonía y estabilidad. Puede ser una escena que se te dificulte visualizar en tu casa, tal como lo describió un ama de casa atormentada: “hacer que mis hijos se sienten quietos a la hora de cenar es como clavar gelatina en la pared”. Pero tranquilo, el salmista no está tratando de convertir tu comedor en aquel que encontramos en la casa modelo sino más bien está procurando mostrarnos el camino de la verdadera felicidad para tu familia. Hay tres aspectos importantes a tener en cuenta para que se haga realidad este Salmo en tu familia:
1. Reverencia, entendida como temor de Dios (verso 1) por parte del padre.
2. Obediencia, comprendida como seguir los mandatos de Señor (verso 4-5).
3. Perseverancia, en trabajarlo hasta lograrlo.
Declara que Dios tiene una bendición especial sobre tu familia solamente si cada uno de sus miembros sigue las instrucciones dadas por Dios y que cada uno se compromete a ser reverente con Dios y su Palabra; siendo obedientes con los padres; perseverantes en la búsqueda de Dios. Sabiendo de quién proviene la sabiduría y persistencia, y que hay una bendición proferida por Dios mismo que dice que la clave de todo milagro es el Espíritu Santo, amén.