Devocional 15-11-16

Un grupo de jóvenes se propuso jugar futbol en la cancha del colegio donde estudiaron cuando eran adolescentes. La portera viéndolos ingresar, a distancia, empezó gritar e insultarlos para que se fueran. Todos se encontraban molestos y con ganas de ganar la discusión, hasta que uno de los jóvenes tomó el balón y se acercó a la portera, sus amigos pensaron que él tomaría el mando para pelear por su derecho, pero el joven de manera tranquila y respetuosa le dijo: “le pido disculpas por no pedir permiso, éramos estudiantes del colegio y solamente queríamos jugar, si desea podemos retirarnos.” La portera, sorprendida por la actitud del joven le dio la autorización para seguir jugando y se disculpó por confundirlos con personas extrañas.

La palabra de Dios menciona que: “La blanda respuesta quita la ira” (Prov. 15:1) y es en momentos de tensión donde resulta difícil aplicar esta palabra. Usualmente reaccionamos como los jóvenes y queremos “poner en su lugar” a quién nos ha ofendido, pero la realidad es que el resultado fue favorable por uno que actuó sabiamente, y no dominado por sus impulsos.

Es necesario que él crezca, pero que yo mengue. Juan 3:30

La mayor parte del tiempo queremos solucionar los conflictos a nuestro modo, sin embargo, esta actitud debería cambiar cuando conocemos a Jesús. Una persona cristiana debe actuar como enseña la Palabra de Dios y “menguar” es decir, disminuir a sí mismo para dar lugar al carácter de Cristo. Entender que si yo no menguo, Jesucristo no va a crecer en mí y por tanto, no podrá obrar en mi vida.

Pablo dijo unas palabras que deberíamos repetir cada vez que tenemos que enfrentar una situación de tensión o cuando debemos resolver un conflicto: “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gál. 2:20) Pero qué difícil nos resulta decir “yo muero a lo que soy” cuando nos toca dar la otra mejilla, cuando debemos amar a nuestros enemigos, cuando tenemos que dejar el orgullo a un lado para pedir perdón o perdonar, cuando debemos sujetarnos u obedecer, cuando debemos servir a todos, aunque sepamos que nos pueden traicionar.

El “dejar de ser yo” para que Él crezca dependerá de mí y esta decisión la debo tomar todos los días. Si entiendo que como creyente de Jesús tengo que vivir de acuerdo a su voluntad, entonces mi vida tomará otro rumbo, ¡empezaré a cambiar y seré diferente porque ya no seré yo! ¿Y sabes que es lo mejor? ¡Los resultados serán favorables porque no será a mi manera, si no, a la manera de Dios!

Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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Devocional septiembre

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