Alfonso Becerra & Cristina Lugo

Mi nombre es Alfonso Becerra y en esta oportunidad estoy con mi esposa Isabel Cristina Lugo, para compartirles cómo Dios nos ha bendecido.

Tenemos una hermosa familia, con 3 hijos, estamos próximos a cumplir las bodas de plata y en todos estos años juntos hemos aprendido a desarrollar una buena comunicación, consolidando una relación gratificante, en la que hemos aprendido a tomar decisiones, a resolver conflictos, a ser parte de la solución aceptando los retos y desafíos que la vida nos ha presentado.

Dios nos ha dado una verdadera identidad con madurez, gozo y paz. Nos ha otorgado el privilegio de servir, preparando y guiando a las parejas de nuestra iglesia, el Centro Cristiano Empresarial Fe en Acción; pero sobretodo, nos ha dado felicidad verdadera por medio de su Palabra, de nuestros pastores y del liderazgo que nos inculcan. Sin embargo, no siempre fue así: nuestra vida en pareja, nuestra empresa y familia eran un caos.

Tomábamos decisiones unilaterales, que sólo nos conducían a resultados de pérdidas, fracasos y frustración. Por mucho tiempo buscamos a un Dios que se acomodara a nuestras necesidades, en el contexto tradicional que nos convenía, así que estuvimos cerca de la ‘nueva era’, cuya doctrina radica en el ‘yoísmo’, es decir, nosotros somos nuestro propio Dios.

Nos refugiábamos en una vida social superficial, donde había mucha apariencia, vanagloria, hipocresía y donde el alcohol y la rumba marcaban la parada, a tal punto que le dimos más prioridad a las amistades que se generaban en esos ámbitos que a nuestra familia que quedó desplazada y por poco, acabada. Todo esto nos llevó a una quiebra económica y lo peor de todo, a que a pesar de amarnos profundamente, nos estábamos distanciando.

Pero nada de esto sirvió para solucionar nuestros conflictos y llenar los vacíos, así que después de resistirnos por mucho tiempo y de rechazar el Evangelio y a las personas que nos compartían del Señor, Dios doblegó nuestros corazones de la misma manera como lo hizo con Pablo.

Por eso, hoy damos muestra con gratitud, de todas las bendiciones que hemos recibido de Dios, y los animamos a los que aún no han tomado su decisión por Cristo para que se determinen a seguirlo y a abrirle las puertas de su vida.