¿A cuál de las dos le apuesto?

El padre y las dos hijas

Un padre tenía dos hijas. Una, esposa de un hortelano, y la otra, de un fabricante de ladrillos. Al cabo de un tiempo fue a visitar a la casada con el hortelano, y le preguntó sobre su situación. Ella dijo:
-Todo está de maravilla conmigo, pero sí tengo un deseo especial: que llueva todos los días con abundancia para que así las plantas tengan siempre suficiente agua.
Pocos días después visitó a su otra hija, también preguntándole sobre su estado. Y ella le dijo:
-No tengo quejas, solamente un deseo especial: que los días se mantengan secos, sin lluvia, con sol brillante, para que así los ladrillos sequen y endurezcan muy bien.
El padre meditó: si una desea lluvia, y la otra tiempo seco, ¿a cuál de las dos le adjunto mis deseos?

¿Le apuesto a la guerra o la paz?

Parecería una pregunta torpe y sin sentido, pero motivar a la reflexión nunca es algo que se debe desechar, y menos en un momento histórico como el que estamos viviendo. Debemos ser responsables, pues el desafío que el libro de Dios nos plantea es éste, sumarnos a la paz de esta manera: «Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y esfuérzate por mantenerla».

Es claro que no es suficiente apartarse del mal en su práctica, sino que paralelamente hay que aprender a hacer el bien en todas sus formas y expresiones. Ese es el fundamento para la paz. Es la manera en que se busca y, de seguro, en que se encuentra. Acto seguido, debemos hacer un esfuerzo mancomunado por mantenerla.
Este debería ser el compromiso de cada uno de los actores sociales que propician la desestabilización de la nación.  «Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y esfuérzate por mantenerla». Creo que es una fórmula social impresionante para lograr cambios transformadores y permanentes.
Esta disyuntiva propia de los seres humanos acerca de la guerra y la paz, esta alternativa entre dos posibilidades por una de las cuales hay que optar, la vemos expuesta casi como anillo al dedo para nosotros en un singular texto de la Biblia, en el libro de Josué allá por el capítulo 9.

La situación planteada en Josué nos deja ver claramente que hay quienes recurren a la guerra como la opción más apropiada para mantenerse en el poder o con el control de lo que han logrado. Otros consideran que la paz es el camino para ponerle fin al dilema, los costos de la guerra en vidas y en finanzas son un desperdicio, y el riesgo de perder militarmente y sus consecuencias los atemorizan tanto que no están dispuestos a invertir e invertirse de esa manera. La cuestión es: ¿cómo se propone esa paz? Bueno, pues adivina, adivinador… mediante un «tratado de paz». Que además de estar basado en una estrategia de engaño, tenía elementos igualmente engañosos, obviamente para ser fieles a su filosofía. Ideas desgastadas, contenidos viejos y remendados. Nunca dicen lo que en realidad son y tienen; es como hacer un tratado de paz con enmascarados, y una vez se descubren, la sorpresa del engaño es grande.
Claro, dicho tratado debe brindarles protección, debe quedar impreso y ser respetado, eso sí muy respetado. Aunque la intención original haya sido el engaño para poder lograr la tan «anhelada paz» que ellos necesitan, tiene que ser acatado, aunque lesionaba los intereses de la nación en cuestión.

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Foto: Revista Semana. AFP.

Quizá no es lo que nos está sucediendo a nosotros, pero es mejor que nosotros veamos que no somos los primeros ni los últimos, a quienes se les propone hacer tratados de paz que a veces terminan siendo solo una vil treta. Cuando hay una brecha tan grande entre el discurso y la acción, entre lo que se hizo y se reconoce, entre lo que se demanda y lo que se da, entre el crimen y la reparación, entre la confesión y la negación, estamos frente a una artimaña. Quisiera que no fuera así, pero cómo ocultar el sol con un dedo.

Hemos buscado y analizado como referente a otras naciones que han llegado al «fin» de la guerra, acudimos a consultores expertos en este campo, que para algunos son como oráculos,  y está bien, pero pienso que nos hemos alienado, nos hemos ido lejos del libro de Dios y es hora de regresar y, por lo menos, tener un referente bíblico que nos haga ver la realidad desde otra perspectiva.

Soy cristiano, le apuesto a la paz pero con base en la formula divina: «Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y esfuérzate por mantenerla».
Buscar la paz y esforzarnos por mantenerla, sin que los que están al margen de la ley se aparten del mal en todas sus versiones y formas, y sin que aprendan a hacer el bien en su intención, en su método y en su resultado, sería un descalabro social peor que el que tenemos. El ideal es más alto aún, no solo es buscar la paz sino amarla. Si lo que pretendemos es que  podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad, no hay otro camino. Contar con el respaldo de diferentes líderes del mundo y no con la sabiduría de Dios, es como tener todo y nada a la vez.

Alfredo Barrios
Pastor Centro Cristiano Empresarial Fe en Acción.

 

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